Como pocas veces, esta vez es verdad eso de que ganar o perder no cambiaba demasiado. El triunfo en la final de Washington ante el estadounidense John Isner por 3-6, 6-1 y 6-2 lo dejó a Juan Martín del Potro con el sabor dulce del resultado y un título más para su fantástica carrera, pero sin ningún tipo de diferencia respecto de lo que él fue a buscar a la capital estadounidense.
El torneo, que también lo vio campeón en 2008 y 2009, figura en el mapa de temporada de Juan Martín como el inicio de un tramo de competencia que disfruta profundamente, quizá como ningún otro. Sin actividad oficial desde la histórica semifinal de Wimbledon contra Novak Djokovic y con dos Masters 1000 y el US Open en el horizonte inmediato, el tandilense necesitaba rodaje, tiempo de cancha, ritmo de juego y reinserción en las demandas mentales de la competencia. ¡Y vaya si lo consiguió! Jugó cinco partidos, dos de ellos en un mismo día, y fue ganando en confianza y consistencia a medida que transcurría la semana.
Sin sets perdidos hasta la final, mostró pulso firme en cada tie-break disputado, y estuvo fino y lúcido para tomar las chances de quiebre que le daban sus rivales. Y además, a excepción de un rato de la semifinal, su saque fue el seguro de vida que su tenis tiene en las semanas de buenas sensaciones.
Así, suena lógico que Ryan Harrison, Bernard Tomic, Kevin Anderson y Tommy Haas se convirtieran en sus víctimas de ocasión. Ayer, ni siquiera el servicio de Isner tuvo opciones cuando Juan Martín se concentró de verdad tras ceder el primer parcial.
La derrota no hubiera cambiado una sola palabra de lo escrito. El título que ganó no agrega siquiera una letra. Del Potro tuvo una gran semana, cumplió sus objetivos y mandó señales muy claras a los dueños del circuito. Será, en las semanas que llegan, uno de los hombres a vencer por los que dominan el escenario tenístico.